domingo, 20 de marzo de 2011

Kate es una sombra

Como cada noche después de cerrar el bar, ayer mis compañeros y yo nos sentamos en los pufs a tomar una Pacifico, perezosos para salir hacia el frío y sin mucho que decirnos. Mi jefe hablando por hablar comentó que unos minutos atrás vio pasar a Kate Moss por delante del bar. Algunos empezaron a decir que ya la habían visto varias veces por el Soho y que era muy pequeña y remilgada. Otra compañera dijo que un conocido había intercambiado algunas palabras con ella y que era muy estirada. Yo me quedé callada intentando disimular que el corazón se me aceleró.

Ésta mañana he recibido un mail de Ginés. En algún lugar de Armenia Chechu leyó ésta entrevista y se la envió pensando que a mi podría interesarme. Se trata de una entrevista al escritor Christian Salmon, que recientemente ha publicado el libro Kate Moss Machine (Ed. Península), en el que a partir de la figura de la modelo genera un estudio sociológico. El escritor francés nos habla de la Kate-fenómeno, la creada por los periodistas, por el consumismo y nuestra necesidad de crear iconos.

Independientemente de que ella forme parte de la cultura de masas y lejos de interesarme en que drogas está puesta o cómo es su nuevo novio, Kate forma parte de mi iconografía personal. Me da igual que sea cool o no, odio el boho-chic, el glamour del que hablan los periodistas de moda no lo entiendo y no sé si me horrorizan más las revistas que te aleccionan sobre estilo o las de cotilleo. Kate tiene algo que va más allá. Siempre fue una criatura inexplicablemente especial. Y cómo ha pasado tantas veces en la historia de la cultura pop, creamos una sombra divina e inventada encima de éste tipo de personas que acaba convirtiéndose en una carga que sólo algunas soportan. Kate por suerte es una de ellas. Cómo lo fue Paul Newman o lo es Patti Smith si queréis. La Kate que todos conocemos es un espejismo muerto, la verdadera sea cómo sea es una superviviente.

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