Siempre he pensado que una de las premisas que seguiría al tener un blog sería el positivismo, el no criticar y el compartir cosas bonitas. Pero hay días en que no sale el sol y simplemente hay que hablar también de aquello que no nos gusta. Y yo estoy harta de tonterías. Odio ver a chicas y mujeres victimizadas y obsesionadas por la moda. Me da risa que Anna Wintour lleve siempre el mismo peinado y la misma cara. La misma risa que Gala González cuando confunde la moda con coolerismo, la elegancia con snobismo y lo interesante con la tendencia. Lo postizo no me interesa, incluso me insulta. No quiero que nadie me diga cuál es su look of the day, que se lo coman con patatas. Me trae más tiempo leer la marca de cada uno de los anillos que lleva en cada mano una blogger que hacerme una tostada con olivada o leer un capítulo más de un libro cualquiera. También detesto que me digan qué disco escuchar, si es que los 1.000 blogs siguientes y las revistas de modernos van a recomendar el mismo.
Y sí, dressing is a way of life. Pero que no nos confundan, que no nos den la vuelta a la tortilla. El vestido Givenchy que lucía Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes no es para venerarlo. Prefiero mil veces la manta medio caída que lleva en la escena de la fiesta (era una manta enrosacada realmente), cual diosa griega, con total naturalidad y más carácter que el littleblackdress de firma.
Por lo mismo adoro a Bianca Jagger, una de las mujeres con más estilo de la historia. Por besar palomas en el suelo del Studio 54, olvidándose ella misma de si el vestido que llevaba era Halston o no. Porque no era un vestido pegado a una persona, sólo era una persona. La moda es pura, elegante y buena cuando te hace feliz y te olvidas de que existe.
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