Descubrí a Daphne Guinness tarde, en un blog cualquiera hará unos meses. La vi en las fotos del funeral de Alexander McQueen entrando en la iglesia. Iba más que vestida, escondida tras una enorme y abombada capa negra y un velo que le tapaba el rostro. Todo de McQueen. Me impactó cómo alguien se podía vestir para ir a un funeral con tal entusiasmo y sentido del humor. Fue entonces cuando empecé a interesarme por la mujer que se escondía detrás del disfraz de escarabajo victoriano.
Guinness es conocida por ser heredera de la fortuna de su marido, icono de la moda, coleccionista de haute couture, periodista y ocasionalmente modelo. Aunque a mi esta descripción no me convence. Daphne Guinness no es un icono por haberse casado con un billonario, venir de una familia honorable, ser una belleza y tener tiempo para pasarse el día en el front row de las pasarelas. Esta mujer que se enconde bajo excéntricos outfits, es una amante real de la moda, del arte y de la historia. Alguien que en los últimos años ha ido buscando cuidadosamente las piezas de su colección personal mediante sus influencias. Y esta autenticidad que se respira en el mundo que ha creado vistiéndose debería considerarse arte.
Su pasión por la moda no se limita a comprarla, Daphne puede pasarse años haciendo unos leggings estilo ciborg con metal o trabajando en un proyecto de joyería inspirada en armas militares. Así como su compulsiva actitud hacia la perfección le lleva a romperse la cabeza para hacer la camiseta blanca perfecta. Estudiando caídas, largos para dar con las proporciones perfectas para una camiseta básica. Ella es una fashion victim, pero víctima de ella misma, en absoluto de los must-haves. “Odio éste concepto de la moda, creo que lo pasas mejor vistiendo ropa bonita, hay cierta felicidad en eso. Pero si algo se convierte en un must-have tengo ganas de tirarlo a la basura. Sé que suena arrogante pero no me gusta que nadie me diga que debo ponerme”.
Su pasado también ayuda a entender el porqué de sus intereses artísticos. La más joven de cinco hermanos, pasó gran parte de su infancia en una colonia de artistas en Cadaqués, bañándose en la piscina de Salvador Dalí. Así como su juventud en nueva York junto a su hermana Catharine y Andy Warhol, al que nunca se dirigió debido a su terrible timidez. Allí fantaseó en ser cantante de ópera o actriz. “Es por eso que probablemente sería una buena actriz. Asumiendo otro rol, escondiéndome bajo el vestuario, sería tan fácil”.
En 1987 se casó con el hijo de un billonario griego, con el que tuvo a sus tres hijos. Se separaron en 1999 y ella se quedó en la mansión del norte de Londres con sus niños. En las entrevistas me emociona su honestidad. “Es gracioso, me encanta vivir en el norte de Londres. Pero estoy pensando en moverme a un piso en la ciudad. Me siento muy sola cuando los niños no están. Las navidades son lo peor, siempre tengo que irme para algún lado, normalmente a un hotel”. Y explica una anécdota de una vez que por esas fechas concertó una operación para una hernia en LA para matar el tiempo.
Viendo vídeos de ella, lo último que percibo es arrogancia o orgullo. Parece frágil. La veo aburrida del dinero y de las personas de la industria de la moda, en una cena cualquiera queriendo hablar de un color en concreto o de mariposas. “Creo que la vida al final trata en tener una mezcla de la curiosidad de una persona mayor y la imaginación de un niño”.
En septiembre de 2011 se exhibirán de 80 a 100 piezas de su colección en el New York Fashion Institute of Technology. Se podrán ver diseños de McQueen, Balenciaga, Comme des Garçons o Azzedine Alaïa.
Estela, lo apuntamos al calendario?