Yves y Moujik II
El otro día pensando en un título para el blog me acordé de Moujik, el perrito de Yves Saint Laurent, de quién tengo siempre la imagen en su taller, observando a su dueño trabajando o durmiendo en un rincón. Busqué información sobre él y me enterneció una foto en la que aparece dormido en Christie's, durante la subasta de las pertenencias del diseñador después de su muerte. Él también estaba en venta. Moujik, absurdamente tratado como icono de la moda y espectador pasivo de lo que acontecía allí, fue quién estuvo al lado del hombre más que del creador. Aunque éste es Moujik II, el primero fue el que Warhol retrató en uno de sus cuadros.
Más allá del legado creativo del diseñador, lo que más me cautiva es la persona y su historia. Cómo pasa su niñez en Argelia jugando con paperdolls y leyendo la Vogue. Cómo con 21 años se convierte en el sucesor de Christian Dior y se instala en París. Cómo sufre durante el servicio militar francés, al que lo llaman para la guerra de independencia argelina, y en el que no dura ni 20 días a causa del estrés emocional que le supone. Los severos tratamientos a los que le someten, entre ellos la terapia con electroshocks y la administración de drogas que le dejan marcado para el resto de su vida. Sus retiradas a la preciosa casa de Marruecos, que comparte con Pierre Bergé, amante durante años, co-fundador de la casa YSL y apoyo vital durante toda su trayectoria empresarial y personal. Y cómo a pesar de los impedimentos que le supusieron sus crisis emocionales, crea no sólo piezas de ropa innovadoras y bellas, sino que su contribución va más allá.
Su amor por las mujeres le lleva a cambiar las tendencias de la moda, incorporando el smoking al vestuario femenino, el prêt-à-porter como línea comercial completa y las modelos negras en la pasarela. Portavoz siempre de éste amor él mismo declaró en una entrevista "La mejor ropa que puede vestir una mujer son los brazos del hombre al que ama. Pero para aquellas que no tienen la suerte de encontrar tal felicidad, aquí estoy". Fué un hombre que anteponía su sensibilidad a la vida empresarial, por lo que en 2002 anunció su retirada de la moda, desilusionado por la ambición lucrativa que predominaba a la creatividad. Siempre sincero a sus emociones años atrás afirmó "Detesto la burguesía, su espíritu, su inflexibilidad y su gusto".
Desfile Otoño/Invierno 1987
Viendo los pocos vídeos que ofrece la red de Yves Saint Laurent (en parte por culpa de su inseguridad, que le impedía salir en actos públicos), son emocionantes sus declaraciones. En la ceremonia retrospectiva de su trabajo, aparece al final del desfile con sus grandes amigos Catharine Deneuve y Pierre Bergé y con la voz entrecortada sólo puede decir "Me gustaría decirles que ésta ha sido una vida de amor, en una casa construida sobre el amor. Y creo que en mis colecciones he transmitido lo que para mí es lo más bello, el amor de una mujer". Nervioso, parece que aún no ha terminado el discurso, hay un silencio de cinco segundos antes de que la gente empiece a aplaudir y se baja el telón. Podría haber hecho un discurso de media hora hablando de su obra y de sí mismo, con una postura de orgullo y grandeza, lo cual hubiera sido más que comprensible. Pero en cambio vemos a un hombre que emocionado, parece respaldarse en sus dos amigos para sostenerse delante de tanto público y lo que transmite es sencillamente ternura.
Son estos detalles los que hacen cobrar sentido a todo lo que viene después del hombre, que son sus creaciones, a las que yo por lo menos no puedo mirar sin sentir nostalgia de algo que no viví, cuando la moda de los grandes emanaba el espíritu de los diseñadores, no de las marcas.
Cuando pienso en él me lo imagino tomando el sol, vestido con un boubou de colores entre las flores del Jardin Majorelle, en su casa de Marrakech dónde fueron arrojadas sus cenizas. Y recuerdo las palabras de Pierre Bergé en su funeral "También sé que nunca olvidaré lo que te debo, así como que un día me reuniré contigo bajo las palmeras de Marruecos".